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Más de 2.400 millones de personas ya cuentan con al menos una dosis, ocho meses después de que se iniciaran los programas de vacunación. Las tasas de vacunación ya son superiores al 60% en países como Israel y el Reino Unido o en la propia España.
Sin embargo todavía quedan miles de millones de dosis por distribuir e inyectar, y potencialmente otros 7.800 millones si finalmente se necesita una tercera dosis de refuerzo para proteger contra las variantes del SARS-CoV-2.
Si bien el foco de atención de los medios de comunicación se centra en la administración de vacunas, hay una gran cantidad de materiales necesarios para administrar las dosis y gestionar los programas de vacunación. Por cada dosis de vacuna que se administra, hay una jeringuilla y una aguja, además de los recipientes de vidrio que contienen varias dosis cada uno y que, aunque son de vidrio templado, suponen un riesgo de rotura por mala manipulación. Además, también están los residuos médicos que no se rompen -incluidos los envases de las agujas, jeringuillas y vacunas- y los EPI que lleva el personal médico y de otro tipo en los centros de vacunación.
Antes de la pandemia, se administraban unos 16.000 millones de inyecciones al año en todo el mundo, según la OMS. Incluso en EE.UU., con sus centros sanitarios de alta tecnología, la exposición a patógenos transmitidos por la sangre a través de agujas y otros objetos punzantes es un grave problema, con una media de 385.000 incidentes al año.
Un estudio realizado por la OMS y UNICEF reveló que sólo el 58% de los centros sanitarios de 24 países empobrecidos disponían de sistemas adecuados para la eliminación segura de residuos médicos. Hasta ahora se desconoce el riesgo de contraer el COVID-19 por un pinchazo, pero los riesgos de contraer las infecciones más comunes de pacientes infectados a través de heridas con objetos punzantes oscilan entre el 30% para la hepatitis B (VHB) y el 1,8% para la hepatitis C (VHC) y el 0,3% para el VIH. Los programas de vacunación masiva creados para vacunar rápidamente a muchas personas en instalaciones a menudo temporales tendrán un mayor riesgo de manipulación y eliminación deficientes de objetos punzantes.
Según el Colegio de Enfermería Británico, las lesiones por gestión de material cortopunzante pueden producirse en varias fases de los procedimientos médicos:
La manipulación de los residuos médicos supone riesgos adicionales, La gestión manual de los residuos médicos peligrosos y la manipulación en vertederos ponen a las personas en riesgo de sufrir heridas con objetos punzantes y de exponerse a materiales tóxicos o infecciosos.
Aunque la mayoría de las heridas por objetos punzantes no provocan infecciones, pueden causar estrés y miedo innecesarios mientras se espera el diagnóstico, se realizan análisis de sangre y se administra cualquier tratamiento.
Según la OMS, el problema más habitual a la hora de eliminar de manera segura los objetos punzantes y otros residuos médicos es la falta de concienciación sobre los peligros para la salud, que se traduce en:
Esto pone de manifiesto la importancia de la formación adecuada del personal de los centros de vacunación.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. han elaborado una serie de indicaciones para proteger al personal de los centros de vacunación de las lesiones por pinchazos:
Los contenedores certificados según normas reconocidas para la manipulación de residuos punzantes (BS EN ISO 23907 y UN3291) son elementos de seguridad esenciales para los centros de vacunación. Estas normas garantizan que los contenedores sean resistentes a la perforación, no tengan fugas y puedan sellarse correctamente.
Existe una gama de contenedores, bandejas y carros para la manipulación, almacenamiento y eliminación de residuos punzantes para centros de vacunación de distintos tamaños. Es importante disponer de suficientes contenedores con la capacidad adecuada para evitar que se llenen en exceso y para garantizar que los objetos punzantes se puedan almacenar de forma segura.
Según el Ministerio de Sanidad, los residuos que la vacunación genera deben desecharse en un contenedor de residuos biológicos resistente a materiales cortantes y punzantes. Cada genera varias dosis (diez en las de Moderna, seis en las de Pfizer, y cinco en la de Janssen), pero se tienen que eliminar cuando se hayan agotado por completo o hayan pasado seis horas desde su dilución. Aunque estos materiales en su mayoría sean reciclables, como el plástico, vidrio o metal, deben manipularse de manera específica.
Las vacunas son consideradas residuos biosanitarios peligrosos, que pueden entrañar riesgos por haber estado en contacto con fluidos corporales y/o por contener elementos punzantes o cortantes. Al ser considerados peligrosos, el personal sanitario debe depositarlos en contenedores homologados que sean:
Lo habitual es que los profesionales sanitarios depositen los restos de las vacunas en contenedores rígidos de color amarillo, en tanto que los rojos se suelen reservar para medicamentos citotóxicos y los bidones azules, para residuos químicos. Cualquier transportista autorizado para esos códigos de residuos, sin necesidad de ser gestor. Completado este paso, los residuos biosanitarios se esterilizan, posteriormente se trituran y, finalmente, se eliminan mediante depósito en vertedero, según explica en su web el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
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