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Desde que se aceptó la transmisión del COVID a través de aerosoles, el CO2 ha estado en boca de todos. Este gas, que antes solo se relacionaba con la contaminación, ha ganado mucha relevancia, ya que es un indicador indirecto de los riesgos de contagio en espacios cerrados.
Por esta razón, en los últimos meses, muchos gobiernos regionales han establecido medidas dirigidas a la medición de CO2 en locales abiertos al público con el objetivo de mantener a raya los contactos.
Lo primero que tenemos que saber es qué significa que el CO2 sea un indicador indirecto. Al respirar, las personas emitimos aerosoles y CO2. La concentración de este gas es un indicador de si el aire de una sala está limpio o si ha sido ya “utilizado” por otras personas.
En un espacio cerrado, cuanto más tiempo estemos y peor ventilación haya, mayor concentración de CO2 y aerosoles habrá. En conclusión, si en un espacio cerrado detectamos altos niveles de CO2 tenemos que pensar que también hay una concentración alta del resto de partículas.
El CO2 se mide en partículas por millón. Esta medición puede llevarse a cabo con diferentes dispositivos que analizan el aire y dan una indicación de la concentración de CO2 en la sala. La tecnología más fiable para realizar estas mediciones es la NDIR, basada en la luz infrarroja.
Una vez que tenemos nuestro medidor, es importante que tengamos en cuenta ciertas consideraciones para asegurar la máxima fiabilidad de los datos. Lo primero es la ubicación: deberemos colocar el medidor fuera de corrientes de aire y, a ser posible, en las zonas peor ventiladas. Para saber cuáles son, puedes realizar varias mediciones antes de la instalación definitiva. Tampoco debe estar demasiado cerca de nadie (1 metro al menos), ya que la respiración podría interferir en las mediciones.
Por último, recuerda tener en cuenta que estos medidores necesitan unos minutos para estabilizar su lectura.
Una vez tenemos nuestros medidores instalados, debemos saber cuál es nuestro límite de seguridad. Nos servirá para establecer nuestra estrategia de prevención, además de poder configurar alarmas en los propios equipos de medición.
El límite de seguridad puede variar en función del uso que se le dé al espacio: no es lo mismo una sala en la que la mascarilla sea obligatoria y existan equipos purificadores de aire, que otra en la que la gente deba retirarse la mascarilla (como en un comedor o en la consulta del dentista).
Al aire libre, el nivel de dióxido de carbono suele ser de unos 400 ppm. Un límite de seguridad razonable para un espacio en el que la gente use mascarilla serían 700 ppm. En cambio, si se trata de un lugar en el que la gente se la retire, el límite debería ser más restrictivo y acercarse más a los 400 ppm.
Este es el momento de decidir qué se debe hacer si se alcanzan los límites de seguridad establecidos. La respuesta es sencilla: ventilar. Si queremos reducir la concentración de CO2 en un lugar cerrado, la única opción para hacerlo es ventilar.
La mejor forma de ventilar es buscar la ventilación natural cruzada, mediante la apertura de ventanas en lados opuestos de la estancia de forma que se establezca una corriente de aire. Además, la ventilación debe ser constante, no puntual. Los equipos de ventilación mecánica también ayudan, pero es importante asegurarse de que no recirculan el aire de la instalación y que el aire que aportan es limpio.
En caso de que la ventilación no sea suficiente para bajar la concentración de CO2, será necesario evaluar la posibilidad de evacuar la estancia durante el tiempo necesario para que se recuperen los valores de seguridad.
No pero sí. Es decir, si usas purificadores de aire, el nivel de CO2 no va a bajar. Ningún purificador (de la tecnología que sea) es capaz de capturar o retirar el CO2 de una sala. Sin embargo, los purificadores ayudarán a reducir la concentración de aerosoles y otras partículas contaminantes. Esto significa que, en una estancia en la que además de otras medidas se han instalado purificadores, el límite de ppm de CO2 podría flexibilizarse, ya que, aunque el CO2 subiese, los purificadores estarían evitando la concentración de aerosoles.
En cualquier caso, la mejor opción en caso de duda es dejarse aconsejar por un especialista en Calidad e Higiene del Aire, para que nos guíe a la hora de establecer nuestra estrategia de prevención de contagios.
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